miércoles, 19 de diciembre de 2018

Aventuras de Sar. Parte I: La casa del embajador

Venid, acercaos aquí a escuchar las magníficas aventuras del intrépido Sar.

Mi nombre es Sahire. También se me conoce como Sar. Soy parte de los Ruzian, un clan kitsune que vaga por todo Voldor. Y eso es todo lo que necesitáis saber… por ahora.

Hoy vengo a contaros la historia de cómo acabé viajando con el grupo de gente más raro que me he encontrado nunca. Y creedme cuando os digo que he conocido gente muy extraña en mi vida.

Todo comenzó en Villagolondrina, una pequeña ciudad del reino de Vadania. ¿Qué hacía yo allí? Bueno, pues estaba a la busca de historias… y vaya si las encontré.

El caso es que estaba yo vagando por las callejuelas del centro de la villa cuando me pareció que alguien me seguía. Por un momento, el miedo me atenazó, ¿qué era lo que me estaba acechando? ¿Estaba en peligro?

Conseguí mantener la calma y me giré en redondo: “¿Quién eres y qué quieres?”, dije. Entonces lo vi, era el karasu más grande que he visto nunca. Pero, bueno, yo soy yo y no iba a tenerle miedo a un pajarraco. “¿Por qué me estás siguiendo?”

Entonces la urraca descarada esa, porque, sí, era una urraca, que era ya lo que le faltaba, empezó a contarme una historia sobre que parecía que tenía una maldición y nadie podía verle ni oírle. Yo, claro, no tenía razones para no creerle. ¿Quién no querría lanzarle una maldición a alguien así?

Así que estábamos allí hablando sobre ir a buscar a un clérigo por si le podía ayudar… porque, ya sabéis, hay que echar una mano siempre que se pueda. Y entonces fue cuando aparecieron un enano y un batrok, que, para quien no lo sepa, son algo así como un señor muy bajito y musculoso y una rana de su misma altura. ¿Por qué tenía que aguantar yo todo eso?

El caso es que esos dos debieron asustar al karasu, porque empezó a actuar de forma extraña y entonces lo tuve claro: estaba engañándome. ¿Por qué? No lo sabía, pero estaba claro que no se iba a quedar ahí la cosa.

Intenté sonsacarle la verdad al pajarraco, pero no hacía más que negar que me había mentido. Poco a poco la cosa se fue calentando y me lancé hacia él. El enano y la rana debieron malinterpretar mis intenciones, porque me pararon y no me permitían acercarme al karasu para interrogarlo en condiciones. Al final, conseguí que se calmasen lo suficiente como para que me soltaran.

Seguí intentando que la urraca me contase por qué me había mentido, pero no confesaba y cada vez se estaba poniendo más violento, hasta que llegó un punto en el que tuve que defenderme.

Desgraciadamente, calculé mal y le clavé mi daga en lugar de utilizarla para intimidarlo como era mi intención. Eso desencadenó el caos y apareció parte de la guardia de la ciudad. No quisieron escucharme y me dejaron inconsciente de un golpe.

Cuando desperté estaba en una celda. Miré a mi alrededor, pero no había manera de salir de allí. Pronto vino un mida... los mida son algo así como monos muy listos. Bueno, pues el mida me interrogó y me ofreció la libertad a cambio de resolver un problema que había con una mansión embrujada. No me gustó mucho el tener que probar mi inocencia, pero no iba a decir que no a ayudar a desentrañar un misterio así.

Tras lo que parecieron días en la celda, el mida volvió para llevarme con un grupo de aventureros… ¿y sabéis quién estaba en ese grupo?

¿La urraca? ¿El enano? ¿El sapo? Pues los tres, los tres estaban allí.

Y también un elfo, ligeramente más bajo que yo, que parecía estar más borracho de lo que yo… había estado nunca.

Por suerte para él, el karasu decidió disculparse por intentar engañarme antes y, vistas sus buenas intenciones, no pude hacer más que dejar correr el asunto. No hay que ser rencorosos, niños.

Como ya era tarde, propuse dejar la investigación para el día siguiente. Así podríamos descansar y estar más despejados para la misión. Entre nosotros, al elfo parecía hacerle mucha falta una buena noche de descanso.

Nos dirigíamos hacia la posada en la que los tres magníficos habían alquilado habitaciones, cuando nos paró un encapuchado. Desde el primer momento me dio mala espina, por lo que quise descubrir sus intenciones.

El ser misterioso quería que robásemos un objeto de la antigua casa del embajador mida, la misma que teníamos que investigar. Rápidamente reaccioné aceptando su propuesta con la secreta intención de tenderle una trampa. La recompensa que nos ofrecían era enorme, pero no se puede comprar a alguien tan recto como yo.

Una vez llegamos a la posada, todos se dirigieron a sus habitaciones, pero, yo, como pobre artista ambulante que soy, preferí por costumbre dormir cerca de allí, en un tejado. Además, así podría vigilar la entrada de la posada.

A la mañana siguiente nos dirigimos a realizar nuestra misión. El edificio estaba visiblemente abandonado, con una capa de polvo tan densa que nuestras huellas quedaban claramente marcadas.

Nos adentramos poco a poco en la casa cuando se oyó un estruendo enorme. Al girarme en la dirección del ruido vi que la estatua que guardaba el recibidor estaba destrozada en el suelo. El batrok había sido herido, pero me aseguró que podía seguir adelante.

Al llegar a la biblioteca, vimos un cadáver en el suelo. Tras examinar el cuerpo no vimos restos de sangre, pero sí que el cuerpo parecía ser de alguien muy anciano.

También vimos que una de las estanterías parecía esconder algo, por lo que, con ayuda de mis compañeros, la moví. Debajo de ella había una trampilla. Dispuestos a seguir adelante, el enano empezó a romperla con su hacha.

De repente, fuimos atacados por dos frentes: el cadáver se levantó y empezó a moverse hacia el batrok, que se ve que no estaba pasando su mejor día, mientras dos espíritus aparecieron y atacaron al enano y al karasu, que estaban más cerca de la trampilla.

Nos pusimos todos en guardia enseguida. El elfo le asestó un espadazo al cuerpo reanimado. Le dejó tocado, pero aún seguía adelante. Yo, decidido a proteger a mis compañeros, apunté bien con mi ballesta y de un disparo certero acabé con él.

Disparé de nuevo hacia uno de los espíritus y me di cuenta de que en aquella situación era más sensato utilizar un arma cuerpo a cuerpo. Cuando había preparado mi daga me di cuenta de que el batracio había sido herido de nuevo, así que me dirigí a curarle. Una vez recuperado, el batrok consiguió acabar con el espíritu que le había estado atacando.

Mientras tanto, el resto del grupo había conseguido librarse también del otro espíritu, por lo que seguimos adelante.

A través de la trampilla llegamos a una sala en la que estaba lo que solo podía ser el artefacto que el encapuchado quería conseguir. Ese artefacto era seguramente también la causa de los problemas que se daban en la mansión, así que lo cogí para llevárselo a quien nos había contratado, para que así pudiesen investigarlo más a fondo.

Lo primero era sacar aquello de la casa, así que me dirigí a la salida mientras parte del equipo se entretenía leyendo las paredes y el suelo. El elfo y el batrok vinieron conmigo, así que les expliqué que pretendía intentar engañar al encapuchado y así apresarlo. El batrok nos advirtió que ese artefacto contenía un mineral muy peligroso e inestable llamado xion y que teníamos que ser cautelosos con él. Este dato es importante para algo que pasó más adelante, ya lo veréis.

Fuimos a la posada, ya que aún faltaba tiempo para la hora a la que el hombre misterioso nos había citado. Teníamos tiempo para preparar un plan.

Yo, como claramente era el más capacitado, me adelantaría ocultándome en las sombras hasta que viese una clara oportunidad de capturar a quien viniese a sellar el trato que había prometido al encapuchado.

Mientras estábamos hablando todo esto, el enano se acercó a la posada y debió entender que realmente íbamos a ceder el artefacto y avisó al embajador mida, porque al llegar al callejón donde se suponía que iba a realizarse la entrega no había ni rastro de nuestro interlocutor, pero sí dos miembros de la guardia de la embajada.

Como vi que allí no íbamos a conseguir mucho, nos dirijimos a la oficina del embajador para entregar el artefacto y explicar lo que de verdad había pasado.

Tras escuchar atentamente la historia y las advertencias del batrok sobre el xion, el embajador decidió darle permiso para destruir el extraño artefacto.

El batrok y el elfo parecían decididos a acabar con aquella cosa a golpes, por lo que, viendo que no podía hacer nada para convencerlos de que no era buena idea, salí corriendo de allí lo más rápido que pude, tenía un mal presentimiento.

Y menos mal que hice lo que hice. Poco después de atravesar la puerta de la calle oí una tremenda explosión. Me giré hacia la embajada y vi que venía de la zona en la que estaba la oficina del embajador. Mis compañeros estaban allí. Y seguramente eran la causa. Tenía que ir a ver qué había pasado.

Mis compañeros. ¿Estarían bien? Corrí hacia la sala todo lo rápido que pude y por suerte, aunque heridos, todo tenía solución. Poco a poco fui ayudándoles a curarse. Esto ayudó bastante a que nos uniéramos.

Pronto vivimos nuevas aventuras, pero esas ya las dejo para otra ocasión.
~·~
Este relato es una crónica de la partida "La casa del embajador", perteneciente a la campaña "Pioneros de Voldor", creada por Nosolorol para "El resurgir del dragón". Por ello, cada personaje tiene un actor detrás:

Director de juego - Ankios
Sahire - Al
Kabani (karasu) - Ivee
Ranek (batrok) - David
Karin (enano) - Diego
Er-Dhin (elfo) - Miguel