Ese panda se llamaba, Panceta.
Un buen día, Panceta se decidió a invadir la capital de los gnomos (ya era hora -.-), de modo, que armó un escuadrón de élite compuesto por un dragoncito, una cebra montesa (si, una cebra montesa, ¿algún problema? ¬,¬), una señal de tráfico parlante adicta a tomar paracetamol y una ardilla alcohólica con problemas de alzheimer.
El día treinta y dos del tercer mes del cuarto año bisiesto del calendario lunar, la décimo octava guarnición de los gnomos malvados entró en combate con las tropas de Panceta, mientras el líder "Pandil", seguido por sus soldados de élite, se infiltraba en la base enemiga, una tienda de helados.
Allí le entró hambre, y pidió amablemente que le sirvieran una tarrina de helado de vainilla con cookies. Se la tomó tranquilamente, pero a la hora de pagar, quisieron cobrarle 4,95 euros.
-¿4,95 euros? ¿De que está hecho el helado? ¿De pandas?
Y seguidamente empezó a repartir golpes de kung-fu, patadas de karate, y besitos y abrazos mortales a todos los gnomos y avestruces que allí había.
Panceta y su escuadra, se abrieron paso por la tienda de helados hasta llegar a la sala del jefe. Tiraron la puerta abajo de una patada voladora quincuagésima burst mode, y se vieron las caras con el jefe de tan despiadada organización. Un marsupial con bigote italiano.
Continuará...
Sin duda una obra maestra como las de antaño, a mi parecer, incluso se podría comparar con las magistrales obras de Shakespeare. Feliciten al autor y denle una galleta de chocolate :3
ResponderEliminarTítere, deja de comentar en tus relatos diciendo que son la caña. Primer aviso.
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