Una suave tarde de otoño, un chico de 12 años salió de su casa apresuradamente, atravesando como una bala las calles del pequeño pueblo donde vivía. En un abrir y cerrar de ojos ya había llegado al lago donde sus amigos lo esperaban. Allí estaban; la sonriente Arena, el soñador Nube, la simpática Lágrima, y el abstraído Nada. Al ver a Guijarro, Arena se levantó y le regañó dándole un coscorrón, mientras que Lágrima le sonreía y Nube soltaba sonoras carcajadas por la graciosa escena. Nada saludó a Guijarro levemente, aunque nadie pareció notarlo.
-Llegas tarde, ¿no habíamos quedado aquí todos después de comer? -dijo Arena a Guijarro inflando los mofletes.
-¿Y que quieres que haga? Cuando mi madre cocina prepara comida para veinte personas, aunque solo seamos tres. -se excusó Guijarro.
-Jajajaja, pues podrías haber traído algo. -siguió bromeando Nube.
-Tu siempre pensando en comer, algún día te vas a despertar siendo un pollo jajajajaja!! -Guijarro estalló en risas y provocó que Nube también lo hiciera.
Arena volvió a dar un coscorrón a Guijarro y otro a Nube.
-Bueno, no perdamos mas tiempo, o no llegaremos nunca. -intervino Lágrima.
-Pues venga chicos, ¡al pico de Rastemfell! -gritaron al unísono Guijarro y Nube.
Todos se pusieron en marcha ilusionados, excepto Nada, que se quedó unos segundos mas mirando el lago.
***
Nuestros pequeños se adentraron en el bosque, y poco a poco, pues había una gran espesura, lo atravesaron hasta llegar al pie de la montaña.
-¡Caray!, ¿habéis visto? Ni siquiera se ve la cima... -dijo Lágrima un poco achicada.
-Tienes razón, ¿cuanta altura tendrá? -preguntó seguidamente Arena.
-Eso da igual, lo que importa es que yo voy a ser el primero en llegar! -cortó Guijarro de golpe y empezó a escalar.
-¡¡No, yo llegaré antes!! -respondió Nube para picarle.
***
Los chicos emplearon el resto de lo que quedaba de tarde en escalar el pico de Rastemfell, pasaron peligros, pero también rieron en otros muchos momentos. Guijarro estuvo a punto de caer, pero Nada lo sujetó a tiempo impidiendo que se precepitase al vacío, y cuando Lágrima no pudo caminar mas, la cargó sobre sus hombros. Nube les contó a todos una ronda de chistes pésimos, que ninguno entendió. Y Arena discutía con Guijarro sobre cosas sin importancia.
Sin querer darse cuenta, alcanzaron la cima, ¿y que vieron? Un castillo grisáceo.
-¡¡Que chulada!! Vamos a explorarlo, Nube. -Guijarro echó a correr frenético seguido de Nube.
-No tienen remedio -dijo Lágrima mientras les seguía caminando.
-Son unos descerebrados, ¿vamos, Nada? -se dio la vuelta un momento.
-Si, voy enseguida... -pronunció a baja voz, mirando alrededor con los ojos entornados.
Entraron en el castillo, y enseguida se maravillaron con la construcción. Habían grandes lámparas colgando de las paredes, los muros de piedra gris estaban adornados con cuadros de todo tipo, y mil pasillos se entrelazaban dándoles un bonito paseo.
Se detuvieron cuando se encontraron frente a una gran puerta algo misteriosa.
-¡El salón del trono! -exclamó Guijarro.
-¡Vamos, ábrela! -le apremió Nube.
Al abrir la puerta, una gran mesa donde se celebran los banquetes les dio la bienvenida, pero no estaba repleta de manjares, solo copas y platos vacíos.
-Hola, pequeños visitantes. -una voz resonó por toda la sala.
-¿Quien... quien anda ahí? -se atrevió a decir Nube mientras los demás miraban alrededor.
-No os preocupéis, pequeños, no voy a haceros daño. -un fantasma alto y delgado, con esmoquin y un sombrero de copa salió desde el suelo- Bienvenidos, al castillo del interrogante retorcido, soy Sad -dijo el fantasma sonriendo al tiempo que se quitaba el sombrero para hacer una reverencia.
-¿De verdad eres...eres un fantasma? -preguntó Guijarro con los ojos como platos.
-Acabo de salir del suelo, joven entusiasta, ¿no responde eso a tu pregunta? jaja -contestó el fantasma.
Arena se atrevió a acercarse, y alargando la mano consiguió traspasarlo, soltando un sonido ahogado al hacerlo.
El fantasma la miró con amabilidad.
-Decidme pequeños, ¿que habéis venido a buscar aquí? -les preguntó Sad.
-No lo sabemos, solo queríamos subir la montaña. -atajó a decir Lágrima.
-Pues, ya que sois los primeros que me visitáis en mucho tiempo, no dejaré que os vayáis con las manos vacías. -una sonrisa de amabilidad asomó por sus transparentes labios.
Se acercó a Arena y preguntó:
-Dime jovencita, ¿que es lo que mas deseas?
-No estoy segura. -dijo mordiéndose el labio.
-Oh, eso es un problema, pero veo que eres una chica muy audaz, así que te voy a dar... -el fantasma metió la mano en su sombrero y entregó a Arena un colgante con forma de media luna- No tengas miedo de aventurarte a donde te lleve tu audacia, pues este colgante te guiará siempre de vuelta a casa.
Dicho esto se acercó a Guijarro y antes de decir nada el joven empezó a decir:
-¡Yo quiero una espada de las de verdad!... no, espera ¡Una lanza! no, mejor...
-Relájate pequeño, -le cortó amablemente el fantasma- lo que necesitas es algo que tenga un significado. Que te parece... -el fantasma volvió a meter la mano en el sombrero y sacó una cajita de madera-. Guarda tus inquietudes ahí cuando sea necesario, y podrás ver lo que de verdad importa.
Después siguió con Nube.
-¿Y tu que es lo que quieres? -dijo sonriente.
-No lo se. -respondió este.
-¿No lo sabes? -se extrañó el fantasma-. Veamos, ¿que te gusta hacer? -le preguntó.
-Me gusta... me gusta soñar. -dijo al fin Nube.
-Pues, aquí tienes, joven soñador. -y sacó un libro viejo con las páginas en blanco-. Escribe todo lo que sueñes ahí, de esa forma, dentro del libro habrá vida.
Luego, continuó con Lágrima.
Al acercarse a esta la vio con los ojos llorosos.
-Estoy viendo a una chica realmente simpática, sin embargo, su corazón llora muy a menudo. -esta vez, sacó un gatito blanco del sombrero y se lo entregó a la Lágrima- Se llama Nela, cuida de ella y cuéntale los problemas que te afligen, sabrá guardar tus secretos. -Lágrima cogió al gatito en brazos y sonrió.
Por último, Sad se dirigió hacia Nada, y antes de preguntar, este le dijo:
-Yo si sé lo que quiero...
-Lo sé, pequeño, lo sé... -dijo el fantasma un poco entristecido.
-¿Ocurre algo, Nada? -preguntó Arena al chico al ver que este bajaba la cabeza.
-No, salid vosotros, ahora os alcanzo.
Cuando los chicos se fueron y quedaron solos Nada y el fantasma, este le dijo al joven.
-Para que algo salga del castillo del interrogante retorcido, otra cosa debe quedarse en él. Ya habías oído las historias, ¿verdad?
Nada asintió triste.
-Lo que querías era que tus amigos pudiesen volver a casa. -concluyó Sad.
-Así es, yo soy la pieza que sobra. -dijo Nada antes de que el castillo desapareciera con él dentro.
***
Los chicos consiguieron bajar de nuevo por la montaña, pero les pareció extraño, sentían como si les faltara algo... seguramente no sería nada.